Petrarca
Francesco Petrarca vivió,
respetado y reconocido por los hombres de su tiempo, en la Italia del
siglo XIV, pocas décadas antes de que la revolución humanista se
apoderara de la sociedad italiana. Aquella revolución, el
Renacimiento, que puso el ser humano en el centro del universo y
cambió la historia del mundo occidental, tiene un antecedente
fundamental en la obra de Petrarca. El poeta y pensador italiano
rescató y difundió con un trabajo incansable los grandes autores
clásicos. Y, a su vez, escribió páginas que se convirtieron pronto
en clásicas. Siete siglos después de su nacimiento, el mundo de la
cultura celebra el hombre y reflexiona sobre su obra, con
conferencias, exposiciones y conciertos.
Petrarca
cantó su amor por Laura, y el dolor por su muerte, a causa,
probablemente, de la misma epidemia de peste que constituye el marco
narrativo del Decameron
de Boccaccio (de quien Petrarca fue amigo y maestro). Aquel canto es
una lección inolvidable. Pero su amor -y la lección- más grande
fue, quizás, el deseo de conocimiento: el amor visceral por los
libros que buscó, estudió y coleccionó hasta el día de su muerte.
Poeta
y humanista italiano. Durante su niñez y su primera adolescencia
residió en distintas ciudades italianas y francesas, debido a las
persecuciones políticas de que fue objeto su padre, adherido al
partido negro güelfo. Cursó estudios de leyes en Carpentras,
Montpellier, Bolonia y Aviñón, si bien nunca consiguió
graduarse. Según relata en su autobiografía y en el
Cancionero
, el 6 de abril de 1327 vio en la iglesia de Santa Clara de Aviñón
a Laura, de quien se enamoró profundamente. Se han hecho
numerosos intentos por establecer la identidad de Laura, e incluso
sus contemporáneos llegaron a poner en duda su existencia,
considerándola una creación para el juego literario. Petrarca
defendió siempre, sin embargo, su existencia real, aunque sin
revelar su identidad, lo que ha inducido a pensar que quizá se
tratara de una mujer casada. Sí está comprobado, en cambio, que
mantuvo relaciones con otras mujeres y que dos de ellas, cuyos
nombres se desconocen, le dieron dos hijos: Giovanni y Francesca. La
lectura de las
Confesiones
de san Agustín en
1333 lo sumió en la primera de las crisis religiosas que le habrían
de acompañar toda la vida, y que a menudo se reflejan en su obra, al
enfrentarse su apego por lo terreno a sus aspiraciones espirituales.
Durante su estancia en Aviñón coincidió con Giacomo Colonna,
amistad que le permitió entrar al servicio del cardenal Giovanni
Colonna. Para este último realizó varios viajes por países
europeos, que aprovechó para rescatar antiguos códices latinos de
varias bibliotecas, como el
Pro archia
de Cicerón, obra de
la que se tenían referencias pero que se consideraba perdida. Con el
fin de poder dedicarse en mayor medida a la literatura, intentó
reducir sus misiones diplomáticas, y para ello consiguió una
canonjía en Parma (1348) que le permitió disfrutar de beneficios
eclesiásticos. Posteriormente se trasladó a Milán, donde estuvo al
servicio de los Visconti (1353-1361), a Venecia (1362-1368) y a
Padua, donde los Carrara le regalaron una villa en la cercana
población de Arqua, en la cual transcurrieron sus últimos años. Su
producción puede dividirse en dos grupos: obras en latín y obras en
lengua vulgar. Las primeras fueron las que le reportaron mayor éxito
en vida, y en ellas cifraba Petrarca sus aspiraciones a la fama. Cabe
destacar en este apartado el poema en hexámetros
África
, que dejó inacabado y en
el que rescata el estilo de Tito Livio, las doce églogas que
componen el
Bucolicum carmen
y la serie de
biografías de personajes clásicos titulada
De viris illustribus
. Reflejo de sus
inquietudes espirituales son los diálogos ficticios con san Agustín
recogidos en el
Secretum
. Petrarca logró en vida
una importante fama como autor latino y humanista, tal como prueba su
coronación en Roma como poeta, en 1341. Sin embargo, sus poemas en
lengua vulgar recogidos en el
Cancionero
fueron los que le
dieron fama inmortal. Aunque él los llamaba
nugae
(pasatiempos), lo
cierto es que nunca dejó de retocarlos, y preocuparse por su
articulación en una obra conjunta, lo cual denota una voluntad de
estilo que por otra parte resulta evidente en cada una de las
composiciones, de técnica perfecta y que contribuyeron grandemente a
revalorizar la lengua vulgar como lengua poética. En la primera
parte del
Cancionero
, las poesías reflejan la
sensualidad y el tormento apasionado del poeta, mientras que tras la
muerte de Laura, acontecida según declara el poeta en 1348, su amor
resulta sublimado en una adoración espiritual. Petrarca supo escapar
a la retórica cortés del amor, transmitiendo un aliento más
sincero a sus versos, sobre todo gracias a sus imágenes, de gran
fuerza y originalidad. Su influencia se tradujo en la vasta corriente
del petrarquismo.
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-
Manuscrito del Cancionero de Petrarca, conservado en la
Biblioteca Vaticana.
Su padre se llamaba Petrarco y era notario florentino, exiliado de
Florencia por los mismos motivos que
Dante.
Su madre se llamaba Eletta Canigiani. En 1311 los padres de Petrarca
se trasladaron a Carpentras, cerca de Aviñón, por ser la sede de
los papas. Su padre le envió a estudiar a Montpellier y después,
junto a su hermano, marchó a estudiar leyes a Bolonia. En 1326
regresó a Francia. En Aviñón conoció a Laura, de quien siempre
estuvo enamorado aunque no fue correspondido: ella le inspiró una
gran parte de sus composiciones.
Dilapidó el patrimonio paterno y no le quedó más remedio que
tomar órdenes menores y dedicarse al estudio de los clásicos: leyó
a Cicerón, Virgilio, Livio y, sobre todo, a San Agustín, aunque no
se interesó por la
escolástica. Fue nombrado capellán de
familia en el año 1330 por el cardenal Giovanni Colonna, con quien
viajó por toda Europa. Visitó París, Gante, Lieja, Aquisgrán,
Colonia y Lyon. En 1337 visitó Roma por primera vez y quedó
prendado de las antigüedades clásicas y cristianas.
De regreso a Aviñón, se retiró a Vanchuse, donde había
adquirido una casa. El deseo de una vida solitaria y alejada de
pasiones terrenales (había tenido dos hijos), no le restaron para
nada su prestigio político y cultural. Recibió, en 1340, el
ofrecimiento de la coronación poética por la redacción parcial del
poema
África: naturalmente, escogió Roma. El 8 de abril de
1341 fue coronado de manos del senador Orso dell'Anguillara. Antes
había estado en presencia del rey Roberto de Anjou leyendo episodios
del poema. Estuvo hospedado por Azzo da Correggio, cerca de Parma, en
Selvapiana. Allí redactó la primera parte de
África. En
1342, de nuevo en Vanchuse, buscó la tranquilidad, pero el
nacimiento de su hija y la conversión de su hermano Gherardo,
acentuaron su crisis espiritual. Volvió a viajar, ésta vez a
Nápoles por encargo del Papa.
En Verona descubrió textos ciceronianos, entre ellos las
Epístolas de Ático. En 1347 partió hacia Roma atraído por
la reforma de Cola di Rienzo, aunque el cariz de los acontecimientos
le hicieron quedarse en Parma. En 1348 conoció la muerte de Laura
debida a la peste que asolaba Europa. Siguió recorriendo Italia:
visitó Capri, Ferrara, Padua, Mantua, Florencia. En todas partes se
le recibía con honores. Volvió a Provenza por encargo del Papa en
1351. Allí escribió las primeras epístolas a Carlos IV de Bohemia.
De 1353-61 fue huésped de los Visconti en Milán. En 1362 visitó
Venecia y le dieron una casa a cambio de que donara todos sus libros
cuando falleciera. En Venecia le visitó su amigo
Boccaccio.
Abandonó Venecia tras discutir con cuatro jóvenes filósofos a
quienes escribió
De suis ipsius et multorum ignorantia. Pasó
por Padua y finalmente se instaló en Arquà. A esta ciudad llegó su
hija con el marido, viviendo unos años felices. Petrarca permaneció
en esta ciudad hasta su muerte.
Obras latinas
Las obras latinas, prosas y poemas, son más numerosas que su
producción en vulgar, toda ella en verso. Es muy importante su
epistolario donde, sugestionado por Cicerón y Séneca, quería pasar
como ellos a la historia. Publicó 24 libros de epístolas:
Rerum
familiarum, con 350 cartas, algunas incluso en verso, escritas
entre 1325-1366. De las
Familiares, excluyó 19 cartas,
tituladas
Sine nomine, sobre la curia de Aviñón. Existen
otras 120 epístolas
Rerum senilium, reunidas en 17 libros,
escritas entre 1361-1374, posiblemente con ellas quisiera concluir
Epístola ad posteros o Posteritati, que nos ha llegado aparte
y es una autobiografía hasta el 1371. Hay 57 cartas, las
Variae
y 66
Epistolae metricae, en hexámetros; junto a ellas se
sitúan las 12 églogas del
Bucolicum carmen, 1346-48, sobre
temas históricos, inspirados en Virgilio. Dirigió varias epístolas
a personajes relevantes, como son: al médico de Clemente VI
Invectivae contra medicum, 1352-53;
Invectiva contra
quendam magni status hominem sed nullíus scientiae aut virtutis,
1355, contra el cardenal Jean de Caraman;
De suis ipsius et
multorum ignorantia, 1367, defensa de los principios agustinianos
frente al averroísmo;
Invectiva contra eum qui maledixit Italiae,
contra Jean de Hesdin. Pretendió resucitar la épica clásica al
modo de Virgilio con el poema
África, sobre la segunda guerra
púnica. Inició en Vanchuse una especie de comentario
histórico-erudito en prosa al poema
De viris illustribus,
1338; sólo quedan 23 biografías de personajes romanos, 12 del
Antiguo Testamento y 2 personajes mitológicos. Incompleta es la obra
Rerum memorandum libri, 1343-45, sobre anécdotas históricas.
No tiene mucho interés el
Itinerarium breve de Ianua ad Ierusalem
et terram sanctam, 1358, especie de guía para moverse por Tierra
Santa.
De 1346 es
De vita solitaria, en dos libros, de 8 y 15
capítulos respectivamente, sobre la soledad del literato. Dedicó a
su hermano Gherardo y a los cartujos de Montrieux
De otio
religioso, 1347. De un gran fervor religioso son los
Psalmi
poenitentiales, 1348. El más medieval de todos sus tratados es
De remediis utriusque fortunae, 1354-1366, para saber como
resistir las adversidades a través de remedios estoicos. El
testamento espiritual de Petrarca lo constituye
De secreto
conflictu curarum mearum o
Secretum, lo redactó en
1342-43 y lo retocó en Milán en 1353-1358. Consta de tres libros y
trata sobre discusiones inventadas con san Agustín. Por tanto, es un
libro de profunda meditación cristiana sobre la muerte.
El Cancionero
y Los Triunfos
Dedicó toda la vida a componer el
Cancionero (
Canzoniere),
desde 1335 hasta su muerte. Esta obra sirvió durante siglos de
modelo de poesía amorosa.
La redacción más tardía del
Cancionero es
Rerum
vulgarium fragmenta que consta de 317 sonetos, 29 canciones, 9
sextinas, 7 baladas y 4 madrigales. Las poesías excluidas fueron
reunidas en
Rimas dispersas o extravagantes.
La canción
I'vo pensando, et nel penser m'assale divide el
Cancionero en dos partes: en vida y en muerte de Laura. No
canta la pasión en el nacimiento y desarrollo, sino más bien su
alma inquieta, de psicología frágil, en conflicto entre el ideal y
la realidad. Obtuvo una unidad estilística de admirable equilibrio:
por una parte rechazó las asperezas realistas dantescas, por otra
englobó las experiencias de la poesía provenzal cortés y del
stilnovo. Más decepcionante es el poema en vulgar
Triunfos,
iniciado antes de 1340 y terminado en 1374; consta de seis cuadros:
el Triunfo del Amor, del Pudor, de la Muerte, de la Fama, del Tiempo,
y de la Eternidad. Está en la línea de los poemas medievales
alegórico-didácticos.
Difusión
La difusión fue enorme no sólo en Italia sino en toda Europa; el
fenómeno denominado petrarquismo se extendió rápidamente. Su amor
por los clásicos anunció el advenimiento del humanismo, con la
recuperación de los autores clásicos, desde Cicerón a Vitruvio. Su
humanismo es un hecho de conciencia y de moral: desde lo externo
buscó el interior del hombre.
Petrarca vivió toda su vida de ser
auxiliar funcionario de los grandes señores, en un cierto momento de
la familia cardenalicia romana de los Colonna
En otros momentos sirvió a la política
de un señor de Parma
También recibía beneficios
eclesiásticos en diversas catedrales de Italia, se ordenó para
poder tener esos beneficios.
Su vida no era ejemplar, pero si no
hubiera sido un lacayo de estas familias nunca hubiera sido el padre
del Renacimiento.
Fue un canónigo inútil, siempre
ausente, pero cobrando beneficios eclesiásticos, allí lleva una
vida próspera.
Se llamaba Petraco
20 julio 1304
Arezzo 18 al 19 de julio de 1374
Su padre compañero
de Dante sale desterrado para evitar que le corten la mano derecha
castigo para los güelfos blancos. Dante florentino de origen no por
modo de comportarse
El padre de
Petrarca era notario, muy vinculado a Avignon donde estaba sede
papal, así que se instala allí.
Se instalan en carpentrás, ciudad de
negocio cerca de Avignon y allí se forma entre gentes de pluma,
notarios, procuradores, escribanos de alto nivel , sociedad urbana,
de pequeñas repúblicas con actividad comercial y diplomática muy
importante.
Los intelectuales notarios de la época
la necesidad de perfeccionarse y para ello recurren a la literatura,
el mejor ejemplo de la escritura.
Así descubren los clásicos latinos,
pero Virgilio y Cicerón son algo más
que lecturas literarias, en la época,
se siente la nostalgia del pasado
imperial, de la grandeza, que se propone como remedio para las
insuficiencias de los propios tiempos, y la literatura que recuerda a
esa época es capaz de crear un mundo falso.
todo lo que dice petrarca está pasado
por la literatura, es mentira, mentía hasta en su edad, unas veces
por coquetería de ser más joven y otras por coquetería de ser más
viejo. Cuando su padre vio su pasión por la literatura antigua, le
quemó todos los libros, salvo un cicerón que creyó que podía ser
un buen ejemplo de retórica para quien debía ser notario, por lo
importante que era cuidar la forma. Su profesión y sus intereses van
unidos.
Fue un funcionario de alto rango y
poseedor de beneficios eclesiásticos muy rediticios.
Primer momento deslumbrado por grandes
autores clásicos latinos. Petrarca nunca llegó a saber griego y es
un enamorado de la superficie de la literatura clásica.
Sus dos grandes proyectos literarios
son una epopeya, el África, que no terminó nunca, y una colección
de retratos de grandes personajes de la historia de Roma. Antes había
escrito mucha literatura en lengua romance. Pero sin gran
repercusión.
También algunas epístolas en verso de
tipo medieval sobre el papado trasladado a Avignon que esperaba que
retornara a Roma.
Tenía cierto prestigio como poeta
patriótico.
Con poco bagaje poético, en 1341
consigue que el rey de Nápoles, Roberto de Angiou, le confiera el
laurel de poeta, concesión a la que en vano había aspirado Dante,
costumbre que hoy en día solo se mantiene en Oxford.
A partir de entonces se da cuenta de lo
artificial y vana que es la actividad a la que está dedicado, esa
imitación de los antiguos no lo satisface, no le da ocasión de
expresarse como individuo.
Petrarca redescubre a Vitruvio, que es
la base del Renacimiento,
Era Petrarca muy plañidero, le gustaba
llorar,
vivía la lectura,
Cambia de rumbo, pasa de la filología
, restaurando textos y cotejando manuscritos, a la filosofía. Como
filólogo, le debemos conocer a gran parte de los clásicos latinos,
fue un gran difusor de los textos antiguos.
Pasa del deseo de fama al deseo de
hacer cosas más trascendentales y reales. Ahí forja su ideal
intelectual, que es un saber que parte de los clásicos y que llegue
al corazón, a los sentimientos del lector para hacerlo mejor moral y
religiosamente. El cambio fue al ver que había llegado a la cima de
las letras desde la superficialidad, sin hacer algo grande.
Se propone demostrar que las letras
clásicas no solo no deben estar vetadas como lo estaban para un
cristiano, sino que deben ser la base para la perfección espiritual
o moral. Esto es algo básico en el humanismo. Así petrarca descubre
el terreno de la moral, nos muestra que los antiguos son ejemplos de
moral, con ejemplos poderosos de cómo obrar.
Los humanistas falsificaron sus
traducciones y trabajos para justificar estas ideas.
¿Cómo quienes no han conocido la
verdad cristiana pueden dar lecciones de moral? Platón, Cicerón...
y así surge la idea de que había habido una revelación previa a
los paganos, toda verdad lleva a la verdad.
Petrarca indaga
en las letras clásicas con un sentido religioso.
Platón y
Sócrates son testimonios de esa revelación precristiana.
Con esas ideas
escribe sus grandes obras de madurez.
En Ingnorancia Petrarca defiende la razón
guiada por la fe, se decía ignorante como las viejecitas religiosas,
en esto coincide con Azorín.
En nuestra cultura contemporánea, Petrarca
es recordado casi exclusivamente
por su poesía en lengua vulgar,
especialmente por el Canzoniere o Rerum vulgarium
fragmenta (1470), colección poética que
consta de 366 composiciones,
mayoritariamente sonetos, treinta canciones,
nueve sextinas y unas cuantas baladas y
madrigales. El poeta canta su amor por
Laura, a la que dice haber conocido en Aviñón
el Viernes Santo de 1327. La historia de
amor se desarrolla en dos grandes secciones,
una in vita y otra in morte de Laura. Las
Rimas petrarquescas fueron una obra clave
del Renacimiento, ejemplo poético de una
nueva conciencia, afín al gusto y a las
inquietudes de la época renacentista.
Petrarca fue el gran modelo de la poesía lírica en
lengua vernácula para los poetas de toda
Europa, en parte gracias a la canonización
propiciada por el humanista y poeta italiano
Pietro Bembo, que promovió su elevación
a paradigma único y óptimo, desde el punto
de vista estilístico, cultural y humano.
A una joven en un verde laurel
Vi más blanca y más fría que la nieve
que
no golpea el sol por años y años;
y su voz, faz hermosa y los
cabellos
tanto amo que ahora van ante mis ojos,
y siempre irán,
por montes o en la riba.
Irán mis pensamientos a la
riba
cuando no dé hojas verde el laurel;
quieto mi corazón,
secos los ojos,
verán helarse al fuego, arder la nieve:
porque
no tengo yo tantos cabellos
cuantos por ese día aguardara
años.
Mas porque el tiempo vuela, huyen los años
y en un
punto a la muerte el hombre arriba,
ya oscuros o ya blancos los
cabellos,
la sombra ha de seguir de aquel laurel
por el
ardiente sol y por la nieve,
hasta el día en que al fin cierre
estos ojos.
No se vieron jamás tan bellos ojos,
en nuestra
edad o en los primeros años,
que me derritan como el sol la
nieve:
y así un río de llanto va a la riba
que Amor conduce
hasta el cruel laurel
de ramas de diamante, áureos
cabellos.
Temo cambiar de faz y de cabellos
sin que me
muestre con piedad los ojos
el ídolo esculpido en tal
laurel:
Que, si al contar no yerro, hace siete años
que
suspirando voy de riba en riba,
noche y día, al calor y con la
nieve.
Mas fuego dentro, y fuera blanca nieve,
pensando
igual, mudados los cabellos,
llorando iré yo siempre a cada
riba
por que tal vez piedad muestren los ojos
de alguien que
nazca dentro de mil años;
si aún vive, cultivado, este
laurel.
A oro y topacio al sul sobre la nieve
vencen
blondos cabellos, y los ojos
que apresuran mis años a la riba.