jueves, 12 de noviembre de 2015

Petrarca


Petrarca




Francesco Petrarca vivió, respetado y reconocido por los hombres de su tiempo, en la Italia del siglo XIV, pocas décadas antes de que la revolución humanista se apoderara de la sociedad italiana. Aquella revolución, el Renacimiento, que puso el ser humano en el centro del universo y cambió la historia del mundo occidental, tiene un antecedente fundamental en la obra de Petrarca. El poeta y pensador italiano rescató y difundió con un trabajo incansable los grandes autores clásicos. Y, a su vez, escribió páginas que se convirtieron pronto en clásicas. Siete siglos después de su nacimiento, el mundo de la cultura celebra el hombre y reflexiona sobre su obra, con conferencias, exposiciones y conciertos.


Petrarca cantó su amor por Laura, y el dolor por su muerte, a causa, probablemente, de la misma epidemia de peste que constituye el marco narrativo del Decameron de Boccaccio (de quien Petrarca fue amigo y maestro). Aquel canto es una lección inolvidable. Pero su amor -y la lección- más grande fue, quizás, el deseo de conocimiento: el amor visceral por los libros que buscó, estudió y coleccionó hasta el día de su muerte.


Poeta y humanista italiano. Durante su niñez y su primera adolescencia residió en distintas ciudades italianas y francesas, debido a las persecuciones políticas de que fue objeto su padre, adherido al partido negro güelfo. Cursó estudios de leyes en Carpentras, Montpellier, Bolonia y Aviñón, si bien nunca consiguió graduarse. Según relata en su autobiografía y en el
Cancionero , el 6 de abril de 1327 vio en la iglesia de Santa Clara de Aviñón a Laura, de quien se enamoró profundamente. Se han hecho numerosos intentos por establecer la identidad de Laura, e incluso sus contemporáneos llegaron a poner en duda su existencia, considerándola una creación para el juego literario. Petrarca defendió siempre, sin embargo, su existencia real, aunque sin revelar su identidad, lo que ha inducido a pensar que quizá se tratara de una mujer casada. Sí está comprobado, en cambio, que mantuvo relaciones con otras mujeres y que dos de ellas, cuyos nombres se desconocen, le dieron dos hijos: Giovanni y Francesca. La lectura de las
Confesiones
 de san Agustín en 1333 lo sumió en la primera de las crisis religiosas que le habrían de acompañar toda la vida, y que a menudo se reflejan en su obra, al enfrentarse su apego por lo terreno a sus aspiraciones espirituales. Durante su estancia en Aviñón coincidió con Giacomo Colonna, amistad que le permitió entrar al servicio del cardenal Giovanni Colonna. Para este último realizó varios viajes por países europeos, que aprovechó para rescatar antiguos códices latinos de varias bibliotecas, como el
Pro archia
 de Cicerón, obra de la que se tenían referencias pero que se consideraba perdida. Con el fin de poder dedicarse en mayor medida a la literatura, intentó reducir sus misiones diplomáticas, y para ello consiguió una canonjía en Parma (1348) que le permitió disfrutar de beneficios eclesiásticos. Posteriormente se trasladó a Milán, donde estuvo al servicio de los Visconti (1353-1361), a Venecia (1362-1368) y a Padua, donde los Carrara le regalaron una villa en la cercana población de Arqua, en la cual transcurrieron sus últimos años. Su producción puede dividirse en dos grupos: obras en latín y obras en lengua vulgar. Las primeras fueron las que le reportaron mayor éxito en vida, y en ellas cifraba Petrarca sus aspiraciones a la fama. Cabe destacar en este apartado el poema en hexámetros
 África
, que dejó inacabado y en el que rescata el estilo de Tito Livio, las doce églogas que componen el
Bucolicum carmen
 y la serie de biografías de personajes clásicos titulada
De viris illustribus
. Reflejo de sus inquietudes espirituales son los diálogos ficticios con san Agustín recogidos en el
Secretum
. Petrarca logró en vida una importante fama como autor latino y humanista, tal como prueba su coronación en Roma como poeta, en 1341. Sin embargo, sus poemas en lengua vulgar recogidos en el
Cancionero
 fueron los que le dieron fama inmortal. Aunque él los llamaba
nugae
 (pasatiempos), lo cierto es que nunca dejó de retocarlos, y preocuparse por su articulación en una obra conjunta, lo cual denota una voluntad de estilo que por otra parte resulta evidente en cada una de las composiciones, de técnica perfecta y que contribuyeron grandemente a revalorizar la lengua vulgar como lengua poética. En la primera parte del
Cancionero
, las poesías reflejan la sensualidad y el tormento apasionado del poeta, mientras que tras la muerte de Laura, acontecida según declara el poeta en 1348, su amor resulta sublimado en una adoración espiritual. Petrarca supo escapar a la retórica cortés del amor, transmitiendo un aliento más sincero a sus versos, sobre todo gracias a sus imágenes, de gran fuerza y originalidad. Su influencia se tradujo en la vasta corriente del petrarquismo.
Manuscrito del Cancionero de Petrarca, conservado en la Biblioteca Vaticana.
Su padre se llamaba Petrarco y era notario florentino, exiliado de Florencia por los mismos motivos que Dante. Su madre se llamaba Eletta Canigiani. En 1311 los padres de Petrarca se trasladaron a Carpentras, cerca de Aviñón, por ser la sede de los papas. Su padre le envió a estudiar a Montpellier y después, junto a su hermano, marchó a estudiar leyes a Bolonia. En 1326 regresó a Francia. En Aviñón conoció a Laura, de quien siempre estuvo enamorado aunque no fue correspondido: ella le inspiró una gran parte de sus composiciones.
Dilapidó el patrimonio paterno y no le quedó más remedio que tomar órdenes menores y dedicarse al estudio de los clásicos: leyó a Cicerón, Virgilio, Livio y, sobre todo, a San Agustín, aunque no se interesó por la escolástica. Fue nombrado capellán de familia en el año 1330 por el cardenal Giovanni Colonna, con quien viajó por toda Europa. Visitó París, Gante, Lieja, Aquisgrán, Colonia y Lyon. En 1337 visitó Roma por primera vez y quedó prendado de las antigüedades clásicas y cristianas.
De regreso a Aviñón, se retiró a Vanchuse, donde había adquirido una casa. El deseo de una vida solitaria y alejada de pasiones terrenales (había tenido dos hijos), no le restaron para nada su prestigio político y cultural. Recibió, en 1340, el ofrecimiento de la coronación poética por la redacción parcial del poema África: naturalmente, escogió Roma. El 8 de abril de 1341 fue coronado de manos del senador Orso dell'Anguillara. Antes había estado en presencia del rey Roberto de Anjou leyendo episodios del poema. Estuvo hospedado por Azzo da Correggio, cerca de Parma, en Selvapiana. Allí redactó la primera parte de África. En 1342, de nuevo en Vanchuse, buscó la tranquilidad, pero el nacimiento de su hija y la conversión de su hermano Gherardo, acentuaron su crisis espiritual. Volvió a viajar, ésta vez a Nápoles por encargo del Papa.
En Verona descubrió textos ciceronianos, entre ellos las Epístolas de Ático. En 1347 partió hacia Roma atraído por la reforma de Cola di Rienzo, aunque el cariz de los acontecimientos le hicieron quedarse en Parma. En 1348 conoció la muerte de Laura debida a la peste que asolaba Europa. Siguió recorriendo Italia: visitó Capri, Ferrara, Padua, Mantua, Florencia. En todas partes se le recibía con honores. Volvió a Provenza por encargo del Papa en 1351. Allí escribió las primeras epístolas a Carlos IV de Bohemia. De 1353-61 fue huésped de los Visconti en Milán. En 1362 visitó Venecia y le dieron una casa a cambio de que donara todos sus libros cuando falleciera. En Venecia le visitó su amigo Boccaccio. Abandonó Venecia tras discutir con cuatro jóvenes filósofos a quienes escribió De suis ipsius et multorum ignorantia. Pasó por Padua y finalmente se instaló en Arquà. A esta ciudad llegó su hija con el marido, viviendo unos años felices. Petrarca permaneció en esta ciudad hasta su muerte.

Obras latinas

Las obras latinas, prosas y poemas, son más numerosas que su producción en vulgar, toda ella en verso. Es muy importante su epistolario donde, sugestionado por Cicerón y Séneca, quería pasar como ellos a la historia. Publicó 24 libros de epístolas: Rerum familiarum, con 350 cartas, algunas incluso en verso, escritas entre 1325-1366. De las Familiares, excluyó 19 cartas, tituladas Sine nomine, sobre la curia de Aviñón. Existen otras 120 epístolas Rerum senilium, reunidas en 17 libros, escritas entre 1361-1374, posiblemente con ellas quisiera concluir Epístola ad posteros o Posteritati, que nos ha llegado aparte y es una autobiografía hasta el 1371. Hay 57 cartas, las Variae y 66 Epistolae metricae, en hexámetros; junto a ellas se sitúan las 12 églogas del Bucolicum carmen, 1346-48, sobre temas históricos, inspirados en Virgilio. Dirigió varias epístolas a personajes relevantes, como son: al médico de Clemente VI Invectivae contra medicum, 1352-53; Invectiva contra quendam magni status hominem sed nullíus scientiae aut virtutis, 1355, contra el cardenal Jean de Caraman; De suis ipsius et multorum ignorantia, 1367, defensa de los principios agustinianos frente al averroísmo; Invectiva contra eum qui maledixit Italiae, contra Jean de Hesdin. Pretendió resucitar la épica clásica al modo de Virgilio con el poema África, sobre la segunda guerra púnica. Inició en Vanchuse una especie de comentario histórico-erudito en prosa al poema De viris illustribus, 1338; sólo quedan 23 biografías de personajes romanos, 12 del Antiguo Testamento y 2 personajes mitológicos. Incompleta es la obra Rerum memorandum libri, 1343-45, sobre anécdotas históricas. No tiene mucho interés el Itinerarium breve de Ianua ad Ierusalem et terram sanctam, 1358, especie de guía para moverse por Tierra Santa.
De 1346 es De vita solitaria, en dos libros, de 8 y 15 capítulos respectivamente, sobre la soledad del literato. Dedicó a su hermano Gherardo y a los cartujos de Montrieux De otio religioso, 1347. De un gran fervor religioso son los Psalmi poenitentiales, 1348. El más medieval de todos sus tratados es De remediis utriusque fortunae, 1354-1366, para saber como resistir las adversidades a través de remedios estoicos. El testamento espiritual de Petrarca lo constituye De secreto conflictu curarum mearum o Secretum, lo redactó en 1342-43 y lo retocó en Milán en 1353-1358. Consta de tres libros y trata sobre discusiones inventadas con san Agustín. Por tanto, es un libro de profunda meditación cristiana sobre la muerte.

El Cancionero y Los Triunfos

Dedicó toda la vida a componer el Cancionero (Canzoniere), desde 1335 hasta su muerte. Esta obra sirvió durante siglos de modelo de poesía amorosa.
La redacción más tardía del Cancionero es Rerum vulgarium fragmenta que consta de 317 sonetos, 29 canciones, 9 sextinas, 7 baladas y 4 madrigales. Las poesías excluidas fueron reunidas en Rimas dispersas o extravagantes.
La canción I'vo pensando, et nel penser m'assale divide el Cancionero en dos partes: en vida y en muerte de Laura. No canta la pasión en el nacimiento y desarrollo, sino más bien su alma inquieta, de psicología frágil, en conflicto entre el ideal y la realidad. Obtuvo una unidad estilística de admirable equilibrio: por una parte rechazó las asperezas realistas dantescas, por otra englobó las experiencias de la poesía provenzal cortés y del stilnovo. Más decepcionante es el poema en vulgar Triunfos, iniciado antes de 1340 y terminado en 1374; consta de seis cuadros: el Triunfo del Amor, del Pudor, de la Muerte, de la Fama, del Tiempo, y de la Eternidad. Está en la línea de los poemas medievales alegórico-didácticos.

Difusión

La difusión fue enorme no sólo en Italia sino en toda Europa; el fenómeno denominado petrarquismo se extendió rápidamente. Su amor por los clásicos anunció el advenimiento del humanismo, con la recuperación de los autores clásicos, desde Cicerón a Vitruvio. Su humanismo es un hecho de conciencia y de moral: desde lo externo buscó el interior del hombre.


Petrarca vivió toda su vida de ser auxiliar funcionario de los grandes señores, en un cierto momento de la familia cardenalicia romana de los Colonna
En otros momentos sirvió a la política de un señor de Parma
También recibía beneficios eclesiásticos en diversas catedrales de Italia, se ordenó para poder tener esos beneficios.
Su vida no era ejemplar, pero si no hubiera sido un lacayo de estas familias nunca hubiera sido el padre del Renacimiento.
Fue un canónigo inútil, siempre ausente, pero cobrando beneficios eclesiásticos, allí lleva una vida próspera.
Se llamaba Petraco
20 julio 1304 Arezzo 18 al 19 de julio de 1374
Su padre compañero de Dante sale desterrado para evitar que le corten la mano derecha castigo para los güelfos blancos. Dante florentino de origen no por modo de comportarse
El padre de Petrarca era notario, muy vinculado a Avignon donde estaba sede papal, así que se instala allí.
Se instalan en carpentrás, ciudad de negocio cerca de Avignon y allí se forma entre gentes de pluma, notarios, procuradores, escribanos de alto nivel , sociedad urbana, de pequeñas repúblicas con actividad comercial y diplomática muy importante.
Los intelectuales notarios de la época la necesidad de perfeccionarse y para ello recurren a la literatura, el mejor ejemplo de la escritura.
Así descubren los clásicos latinos,
pero Virgilio y Cicerón son algo más que lecturas literarias, en la época,
se siente la nostalgia del pasado imperial, de la grandeza, que se propone como remedio para las insuficiencias de los propios tiempos, y la literatura que recuerda a esa época es capaz de crear un mundo falso.

todo lo que dice petrarca está pasado por la literatura, es mentira, mentía hasta en su edad, unas veces por coquetería de ser más joven y otras por coquetería de ser más viejo. Cuando su padre vio su pasión por la literatura antigua, le quemó todos los libros, salvo un cicerón que creyó que podía ser un buen ejemplo de retórica para quien debía ser notario, por lo importante que era cuidar la forma. Su profesión y sus intereses van unidos.

Fue un funcionario de alto rango y poseedor de beneficios eclesiásticos muy rediticios.

Primer momento deslumbrado por grandes autores clásicos latinos. Petrarca nunca llegó a saber griego y es un enamorado de la superficie de la literatura clásica.

Sus dos grandes proyectos literarios son una epopeya, el África, que no terminó nunca, y una colección de retratos de grandes personajes de la historia de Roma. Antes había escrito mucha literatura en lengua romance. Pero sin gran repercusión.
También algunas epístolas en verso de tipo medieval sobre el papado trasladado a Avignon que esperaba que retornara a Roma.
Tenía cierto prestigio como poeta patriótico.

Con poco bagaje poético, en 1341 consigue que el rey de Nápoles, Roberto de Angiou, le confiera el laurel de poeta, concesión a la que en vano había aspirado Dante, costumbre que hoy en día solo se mantiene en Oxford.

A partir de entonces se da cuenta de lo artificial y vana que es la actividad a la que está dedicado, esa imitación de los antiguos no lo satisface, no le da ocasión de expresarse como individuo.

Petrarca redescubre a Vitruvio, que es la base del Renacimiento,

Era Petrarca muy plañidero, le gustaba llorar,
vivía la lectura,

Cambia de rumbo, pasa de la filología , restaurando textos y cotejando manuscritos, a la filosofía. Como filólogo, le debemos conocer a gran parte de los clásicos latinos, fue un gran difusor de los textos antiguos.
Pasa del deseo de fama al deseo de hacer cosas más trascendentales y reales. Ahí forja su ideal intelectual, que es un saber que parte de los clásicos y que llegue al corazón, a los sentimientos del lector para hacerlo mejor moral y religiosamente. El cambio fue al ver que había llegado a la cima de las letras desde la superficialidad, sin hacer algo grande.
Se propone demostrar que las letras clásicas no solo no deben estar vetadas como lo estaban para un cristiano, sino que deben ser la base para la perfección espiritual o moral. Esto es algo básico en el humanismo. Así petrarca descubre el terreno de la moral, nos muestra que los antiguos son ejemplos de moral, con ejemplos poderosos de cómo obrar.
Los humanistas falsificaron sus traducciones y trabajos para justificar estas ideas.
¿Cómo quienes no han conocido la verdad cristiana pueden dar lecciones de moral? Platón, Cicerón... y así surge la idea de que había habido una revelación previa a los paganos, toda verdad lleva a la verdad.
Petrarca indaga en las letras clásicas con un sentido religioso.
Platón y Sócrates son testimonios de esa revelación precristiana.
Con esas ideas escribe sus grandes obras de madurez.


En Ingnorancia Petrarca defiende la razón guiada por la fe, se decía ignorante como las viejecitas religiosas, en esto coincide con Azorín.




En nuestra cultura contemporánea, Petrarca es recordado casi exclusivamente
por su poesía en lengua vulgar, especialmente por el Canzoniere o Rerum vulgarium
fragmenta (1470), colección poética que consta de 366 composiciones,
mayoritariamente sonetos, treinta canciones, nueve sextinas y unas cuantas baladas y
madrigales. El poeta canta su amor por Laura, a la que dice haber conocido en Aviñón
el Viernes Santo de 1327. La historia de amor se desarrolla en dos grandes secciones,
una in vita y otra in morte de Laura. Las Rimas petrarquescas fueron una obra clave
del Renacimiento, ejemplo poético de una nueva conciencia, afín al gusto y a las
inquietudes de la época renacentista. Petrarca fue el gran modelo de la poesía lírica en
lengua vernácula para los poetas de toda Europa, en parte gracias a la canonización
propiciada por el humanista y poeta italiano Pietro Bembo, que promovió su elevación
a paradigma único y óptimo, desde el punto de vista estilístico, cultural y humano.




A una joven en un verde laurel


Vi más blanca y más fría que la nieve
que no golpea el sol por años y años;
y su voz, faz hermosa y los cabellos
tanto amo que ahora van ante mis ojos,
y siempre irán, por montes o en la riba.

Irán mis pensamientos a la riba
cuando no dé hojas verde el laurel;
quieto mi corazón, secos los ojos,
verán helarse al fuego, arder la nieve:
porque no tengo yo tantos cabellos
cuantos por ese día aguardara años.

Mas porque el tiempo vuela, huyen los años
y en un punto a la muerte el hombre arriba,
ya oscuros o ya blancos los cabellos,
la sombra ha de seguir de aquel laurel
por el ardiente sol y por la nieve,
hasta el día en que al fin cierre estos ojos.

No se vieron jamás tan bellos ojos,
en nuestra edad o en los primeros años,
que me derritan como el sol la nieve:
y así un río de llanto va a la riba
que Amor conduce hasta el cruel laurel
de ramas de diamante, áureos cabellos.

Temo cambiar de faz y de cabellos
sin que me muestre con piedad los ojos
el ídolo esculpido en tal laurel:
Que, si al contar no yerro, hace siete años
que suspirando voy de riba en riba,
noche y día, al calor y con la nieve.

Mas fuego dentro, y fuera blanca nieve,
pensando igual, mudados los cabellos,
llorando iré yo siempre a cada riba
por que tal vez piedad muestren los ojos
de alguien que nazca dentro de mil años;
si aún vive, cultivado, este laurel.

A oro y topacio al sul sobre la nieve
vencen blondos cabellos, y los ojos
que apresuran mis años a la riba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario