miércoles, 30 de septiembre de 2015

Artículo de opinión sobre la Guerra de Cuba


Otra vez la regeneración

Hoy, en una crisis de identidad similar a la que siguió al desastre del 98, proliferan de nuevo los llamamientos a regenerar España. Cabe preguntarse si podemos aprender algo de la experiencia de nuestros bisabuelos


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Hace unos cien años, en la España que transitaba del siglo XIX al XX, la palabra regeneración inundaba el lenguaje político. Su presencia era tan abrumadora que pocos historiadores dudan a la hora de calificar de regeneracionista el periodo comprendido entre la derrota colonial de 1898 y el comienzo de la Gran Guerra en 1914. Hubo entonces regeneracionismos de diversos colores, nacidos o reflotados al calor de la debacle ultramarina: católicos y liberales, catalanistas y españolizadores, empresariales y pedagógicos. Pío Baroja, en su novela La busca, de 1904, retrataba una zapatería que, en los barrios bajos de Madrid, ostentaba un desafiante cartel con el lema A la regeneración del calzado. “El historiógrafo del porvenir”, predecía Baroja, “seguramente encontrará en este letrero una prueba de lo extendida que estuvo en algunas épocas cierta idea de regeneración nacional”.
Hoy, en mitad de una crisis de identidad parangonable a la que siguió al desastre del 98, proliferan de nuevo las alusiones a la necesidad de regenerar España. Los movimientos que se declaran sucesores de los indignados del 15-M reclaman la regeneración del sistema político y social. Varios manifiestos de intelectuales sugieren medidas para lograrla. Desde Izquierda Unida hasta el Partido Popular, todas las fuerzas parlamentarias han elaborado programas de regeneración, apellidada casi siempre democrática. El Gobierno, con motivo de la comparecencia forzada de su presidente en el Congreso de los Diputados, acaba de desempolvar los planes regeneradores que anunció tiempo atrás. Organismos tan distintos como las Universidades jesuitas y la Unión General de Trabajadores han exigido la regeneración de la vida pública.
Cabría, pues, preguntarse si estamos ante situaciones equiparables, o si puede aprenderse algo de la experiencia vivida por nuestros bisabuelos. Desde luego, los paralelismos entre el pasado y el presente no deben llevarse demasiado lejos: la España de 1900 era un país pobre y aislado, con un 60% de analfabetos y donde el sector agrario ocupaba a la mayor parte de la población activa; ahora hablamos de un país todavía rico —en términos relativos— e integrado en la comunidad internacional, en el que el analfabetismo ha desaparecido, abundan los trabajadores poco cualificados pero también los titulados superiores y predomina una economía de servicios. Y, sin embargo, no resulta difícil encontrar, en los discursos y actitudes que conforman las culturas políticas de los españoles, continuidades muy apreciables. Como si, ante la crecida de las dificultades, acudiéramos a interpretaciones y proyectos familiares.
A pesar de su heterogeneidad, los viejos y los nuevos regeneracionismos comparten un rasgo esencial: la denuncia de la gran distancia que separa a las élites políticas de los ciudadanos, que en absoluto se ven representados por quienes ejercen el poder. Ese abismo entre gobernantes y gobernados implica una alarmante falta de legitimidad, una amplia desconfianza hacia un sistema político cuyos elementos básicos se consideran artificiales e ineficaces. Los regeneracionistas de uno u otro signo señalan la existencia de grandes bolsas de corrupción y tienden a culpar a los partidos de los males nacionales: convertidos en mesnadas de parásitos que viven a costa del Estado, sus integrantes forman oligarquías que sólo sirven a sus propios intereses, no al bien común, por lo que a nadie sorprende la desafección cívica. En esas condiciones, los ministros más avispados se apresuran a anunciar reformas.
La condena de los abusos se desplaza, con frecuencia, hacia el desprecio por los mecanismos representativos. Para los críticos más ácidos, las elecciones son cosa de caciques y pasto de engaños populistas. Y el Parlamento, centro del pasteleo entre partidos, sufre ataques de especial ferocidad: “La cristalización y quinta esencia del régimen oligárquico, y al propio tiempo su disfraz, (…) es cabalmente el Parlamento”. Esta diatriba de Joaquín Costa, el más influyente de los escritores regeneracionistas, podría figurar entre los textos de referencia de quienes hace poco llamaban a asediar el Congreso.
Nuestros ancestros regeneracionistas recetaron variados remedios a las enfermedades que diagnosticaban: dejando al margen los arbitrios pintorescos, algunos se conformaban con mejorar el funcionamiento de las instituciones vigentes, con cambios en las leyes electorales o en la Administración, como el jefe conservador Antonio Maura; otros confiaban en soluciones a largo plazo, culturales o económicas, más del gusto de la izquierda liberal; y también hacían ruido quienes preferían una buena conmoción violenta que acabase de un mandoble con la gusanera enquistada en los bancos parlamentarios. El influjo de estas ideas hizo que el general Primo de Rivera, que llegó a dictador en 1923 envuelto en la bandera de la regeneración patria, se presentase como el cirujano de hierro invocado por Costa para extirpar los tumores caciquiles.
Conviene no olvidar que aquellos regeneracionismos alumbraron iniciativas reformistas pero no democratizaron el régimen liberal de la Restauración. Siguieron al mando clientelas de notables con firmes raíces en la España provinciana, mientras los ministerios se servían del fraude electoral para obtener mayorías afectas en las Cortes. Sólo algunas ciudades se libraron de la sombra del cacique, que teñía las acciones de la justicia y de cualquier otro servicio estatal. Por otro lado, los propósitos regeneradores disfrutan en la actualidad de ventajas antes desconocidas: las elecciones son limpias; hay jueces y funcionarios independientes y una opinión pública mucho más formada, alimentada por una ciudadanía cada vez más consciente de sus derechos y de las posibilidades que ofrece una democracia abierta; y los partidos, pese a sus rigideces y corrupciones, tienen que responder ante ella. Las modernas demandas de transparencia marcan el camino y ya se ven señales de enmienda, aunque costará mucho trabajo recuperar la confianza de los españoles en sus representantes. Por fortuna las opciones autoritarias, omnipresentes tras la I Guerra Mundial, parecen inimaginables dentro de la Unión Europea.
En fin, de las consecuencias de aquellas urgencias regeneradoras podríamos extraer dos reflexiones complementarias, la cruz y la cara de su compleja herencia. Muchos hombres bienintencionados estuvieron dispuestos a prescindir de un ordenamiento constitucional que proporcionaba cierta estabilidad política, garantizaba mal que bien las libertades individuales y permitía la alternancia en el poder. Su indignación no dio lugar a nuevos partidos capaces de desplazar en las urnas a los cuadros tradicionales, sino que la impotencia y el aventurerismo promovieron un salto en el vacío que abrió la caja de los truenos de las intentonas insurreccionales. Aunque la resolución de algunos conflictos aconseje ahora la reforma de la Constitución, el sufrimiento que ha traído la profunda caída económica no debería llevarnos a tirar por la borda lo conseguido en tres décadas y media de normalidad democrática.
De igual modo, entre las antiguas herramientas regeneracionistas no escasean las fuentes de inspiración aprovechables en esta coyuntura. Sin duda, la mejor proviene del énfasis en la educación y en el desarrollo científico como motores del progreso. La atmósfera que rodeó 1898 se empapó de pedagogía y en los años siguientes se expandió una moral que asociaba la europeización de España con el avance de la ciencia. Gentes como las vinculadas a la Institución Libre de Enseñanza, que colaboraron de manera entusiasta en las empresas y políticas regeneradoras, convencieron a casi todo el mundo de lo crucial que resultaba disponer de una sociedad educada y llena de profesionales internacionalizados. En treinta años, el porcentaje de analfabetos se redujo a la mitad y la ciencia experimentó un auge asombroso. Sin embargo, hoy se oyen voces que preconizan una especie de tremendismo castizo y antieuropeo; y nuestras miopes autoridades desprecian la labor de los centros educativos públicos y apenas se inmutan cuando dejan los institutos de investigación al borde de la quiebra. En plena era de la globalización y de la economía del conocimiento, sólo la competencia basada en el saber —no en una mano de obra barata, ignorante y resignada— nos sacará del marasmo. Otra vez la regeneración, sí, pero con cabeza.

martes, 22 de septiembre de 2015

Ejemplo de comentario crítico de texto resuelto


La pobreza es real

juan josé millás 25.01.2014 | 02:10
Los del Foro de Davos, que tienen mucha pasta, podrían patrocinar un encuentro anual de indigentes económicos para ver qué opinan los pobres acerca de la situación mundial. ¿O solo las opiniones de los ricos nos interesan? Les saldría tirado de precio y mejorarían su imagen de marca. ¿Qué cuesta reunir a 200 necesitados en un hotel, no sé, de Benidorm, en temporada baja? Cuatro euros. Si Coca Cola estuviera entre los impulsores de esta idea revolucionaria, lavaría el desperfecto que está llevando a cabo con el cierre de cuatro o cinco plantas que va a dejar en la calle a 700 personas. No es fácil compatibilizar la chispa de la vida y los congresos sobre la felicidad con el despido innecesario de trabajadores. Pero si patrocina el Foro de Benidorm, se lo perdonamos. Aquí se perdona todo. De hecho, el foro de Davos debería estar prohibido mientras entre sus conclusiones no aparezca la necesidad de acabar con los paraísos económicos y con el trato fiscal de privilegio para los ricos. Ya lo dijo aquel millonario: Pago yo menos impuestos que mi secretaria. Las opiniones de los del Foro de Davos no tienen mayor relevancia que la del señor que pide limosna a la puerta de la parroquia, y no solo porque acudan a él gente de la solvencia intelectual de Ana Botella, sino porque el pobre de la puerta de la parroquia puede narrar con detalle cómo llegó ahí desde la clase media. Significa que el Foro de Davos está completamente cojo sin el complemento del Foro de Benidorm. Por cierto, que no hemos hablado de los beneficios ideológicos que supondría para esta ciudad, o para cualquier otra, la celebración de esta suerte de congreso. Deberían empezar ya a ofrecerse, no nos vaya a ganar la partida un país nórdico. Las noticias que se refieren a Davos utilizan el término "líderes" para referirse a sus participantes. Líderes por aquí, líderes por allá, líderes por acullá. Aceptar, por seguir con el ejemplo, a Ana Botella como líder viene a ser como aceptar pulpo como animal de compañía. Hay algo en ese Foro profundamente anormal, falso. En el de Benidorm, si finalmente se celebrara allí, todo sería auténtico. Pocas cosas tan reales como la pobreza.


Comentario:

El artículo de opinión “La pobreza es real” tiene como tema el concepto de que se da mucha importancia a grupos de expertos adinerados como el Foro de Davos mientras no se escucha lo que piensan los más pobres.
Como resumen, destacamos que en el artículo citado, el autor, Juan José Millás propone con cierta dosis de ironía la utópica idea de que se cree un foro de la pobreza en donde en lugar de reunirse los ricos a hablar de los problemas mundiales, se reúnan los pobres. El autor argumenta lo barato que saldría y cómo serviría para limpiar la imagen de empresas como Coca-Cola, que tras el reciente despido de centenares de personas en una fábrica Española ha quedado en cierto descrédito. Sobre todo plantea el escritor que este foro propuesto por él tendría una mayor dosis de realidad que el de Davos, en el que encuentra algo “profundamente anormal, falso”.
En lo referido al esquema organizativo, el texto comienza con una introducción, en el primer párrafo, en donde el autor expone al menos una parte de su tesis, a saber, que debería crearse un foro donde se escuche las voces de los pobres. Esta primera parte comprende desde “Los del foro de Davos (...)” hasta “¿O solo las opiniones de los ricos nos interesan?.
Encontramos una segunda parte donde se desarrolla un proceso argumentativo que sostiene la tesis y aporta datos concretos e ideas. Esta segunda parte, de desarrollo, comienza en “Les saldría tirado” y finaliza en “como animal de compañía”. En esta segunda parte encontramos algunos argumentos que sostienen la tesis, como, por ejemplo, un argumento del tipo generalización indiscutible, puesto que resulta evidente, como dice, que “Les saldría tirado de precio” “reunir a 200 necesitados en un hotel, no sé, de Benidorm, en temporada baja”. Además en este primer párrafo hallamos una idea secundaria como es el despido de 700 trabajadores por parte de la empresa Coca-Cola; Millás cita este ejemplo como argumento de contraste al contraponer lo que predica la empresa, alude a su eslogan “La chispa de la felicidad”, frente a la realidad del despido de centenares de trabajadores.
Todavía en esta segunda parte, aunque ya en el segundo párrafo se utiliza el argumento de la cita aludiendo a una anécdota ya de dominio público cuyo protagonista no desvela, nos referimos a cuando escribe “Ya lo dijo aquel millonario: pago yo menos impuestos que mi secretaria”. Aquí introduce con este proceso otra idea secundaria, que es la necesidad de acabar con los paraísos fiscales para evitar que los más ricos no paguen impuestos. En esta parte además el autor ironiza hablando de la “solvencia intelectual” de Ana Botella, que forma parte del Foro de Davos, utilizando como argumento de verdad evidente el dar por supuesto que la ex alcaldesa de Madrid no es una referencia intelectual pese a estar en el foro; en esta idea se explaya a lo largo del tercer párrafo también, cuando utiliza el argumento de la analogía y da a entender que el carácter de Ana Botella cómo líder es similar al del pulpo como animal de compañía.
Por último, la tesis la completa al final del último párrafo, desde “Hay algo” hasta “como la pobreza”, en donde da a entender que, desde su punto de vista, el Foro de Davos es falso mientras, como nos indica en el título del artículo, la pobreza es real, motivo por el que debería escucharse lo que piensan los pobres.
Desde mi punto de vista, considero que las opiniones de Juan José Millás están muy acertadas y tiene la virtud de poner el foco donde debe estar. Nos hace reflexionar sobre la idea de que los medios de comunicación, y los lectores, deberían fijarse menos en los ricos del Foro de Davos, pues considera que tienen una versión sesgada e interesada de la realidad. Coincido con el autor y creo que su propuesta, aunque tenga un carácter utópico e irónico, debería ser una realidad. Cabe preguntarse cuántas veces hemos escuchado hablar en televisión a los pobres, a los pobres de verdad y de diferentes condiciones, exponer cuáles son sus problemas y sus propuestas para solucionarlos. Los pocas veces que aparecen indigentes en televisión o en medios de comunicación suele ser para tratar su problemática desde una perspectiva amarillista y sensacionalista, en programas de telerrealidad como Callejeros. Y todavía cabría preguntarse más, ¿cuántas veces han podido esos pobres, esos indigentes, plantear sus problemas a quienes tienen posibilidades de resolverlos, a los ricos, a los políticos? Considero, por tanto, que se hace necesario no solo poner el foco en las personas que sufren la pobreza (pues los ricos ya se preocupan ellos mismos de ser cada día más ricos) sino, además, que expongan sus necesidades en entornos donde se les trate con respeto y se les tenga en cuenta.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Pautas / Consejos comentario de texto Comunidad Valenciana


1.1 Establecimiento del tema del texto, breve resumen de su contenido y descripción y explicación de su esquema organizativo partes temáticas constitutivas del texto y articulación de estas— (3 puntos).
I.2. Explicación y valoración de las ideas expuestas a partir de la cultura del alumno y de su conocimiento del mundo (1 punto)


Tema y resumen en un párrafo, tratar de hilarlos.

Tema: Idea principal junto a la presentación del texto. Enunciada en pocas palabras. Buscar no solo una palabra genérica, sino su comprensión.

Resumen: Muy sintético, preferiblemente en tercera persona, lo esencial, usando las palabras del estudiante, no del autor, no parafrasear.

En otro párrafo

Esquema organizativo: citar párrafos y entrecomillar usar puntos suspensivos, decir dónde está la tesis
Partes pueden ser: presentación, introducción, planteamiento, primera parte /
desarrollo, proceso argumentativo, cuerpo,
conclusión, cierre, síntesis de los argumentos, última parte

En el esquema debe citarse la tesis y los argumentos y también si hay alguna idea secundaria

Usar conectores: en conclusión, por otra parte, en primer lugar, ...

Separar en párrafos las diferentes partes.

Utilizar sangría y márgenes.

Letra limpia.

Sin tachaduras ni corrector.


1.2.

-Explicar las opiniones del autor analizándolas, no repetir el resumen. Se trata de desvelar qué hay detrás de sus afirmaciones, evidenciar las metáforas, las ironías, juegos de palabras etc.

-Relacionar esas ideas expuestas con pensamientos propios. Es recomendable utilizar experiencias propias, hablar de lo que se conoce, pero siempre desde un registro estándar y culto.

-Es recomendable ser prudente con las opiniones, nunca olvidar que se está ante un ejercicio académico y no bajar el tono ni parecer coloquial. Se puede dar la opinión también en registro culto.

-Aportar alguna cita literaria, o artística, o utilizar algún argumento de peso, ayuda a mejorar la imagen general de la exposición. Es buena idea prepararse algunas frases celébreles un tanto genéricas que se puedan aplicar a diferentes situaciones.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Lecturas recomendadas para Literatura Universal 1º BAT

Para el primer trimestre, la primera lectura recomendada es Anfitrión, de Plauto. Narra el mito del nacimiento de Hércules.

Lee la obra en este enlace.


Argumento para entender la comedia de Anfitrión Anfitrión, capitán general de los tebanos contra Terela, Rey de Teleboys, desque hubo vencido en batalla los teleboyanos y cortado la cabeza valientemente al rey dellos, y sojuzgada la tierra para el rey de Tebas, Creonte. Él se vuelve victorioso a su casa, mas antes que a ella llegase, como desembarcó en el puerto ques cerca de Tebas, acordó de quedarse en el navío aquella noche y envió a su siervo, Sosia, con la nueva buena de su venida a su mujer Alcumena. En aquella sazón, Júpiter, transformado en la figura de Anfitrión, y Mercurio su hijo en la figura de Sosia, su siervo, vanse a casa de Anfitrión como que vienen de la guerra. Recibe muy bien Alcumena a Júpiter, teniéndole por su marido, y huélganse juntos aquella noche. Mercurio guarda la puerta; en esto, llega Sosia. Mercurio no le deja entrar, diciéndole: “¡yo soy Sosia y tú no!” Altercan mucho sobre esta quistión y, después que Mercurio hubo mostrado todos los argumentos y señales cómo él era Sosia, el verdadero Sosia, atónito y lastimado con bofetones y puñadas, vuélvese al puerto sin entrar en casa de su amo. Y dice a su señor Anfitrión: ”yo me hallé a mí mismo a la puerta que estaba allá antes que yo llegase, y me di a mí, el que iba de acá, muy grandes bofetones; y yo, el que quedó allá, estorbé la entrada a mí, el que vuelvo acá; y así no hice cosa de lo que mandaste”. Anfitrión maltrata a Sosia pensando que viene borracho. Y así, entrambos de buena mañana, se parten del navío y vanse para su casa. Sosia, enviado por Anfitrión desdel puerto para que diese las nuevas a Alcumena. Va por el camino de noche, medroso, hablando consigo cómo cumpliría su mensaje. Mercurio le escucha todo cuanto dice, y le pone más temores de los que él trae. Y desque se juntan entrambos, Mercurio le burla graciosamente y estórbale la entrada. Así que se vuelve sin ver a su señora.

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