jueves, 21 de abril de 2016
Nemotecnia mecanismos de cohesión
Antonio, sino repito y hace buen tiempo, nos vamos al campo de Isi, a ver si conectamos y me llevas al espacio.
Preguntas Miguel Hernández
Estas son las preguntas que pueden salir en la PAU de Miguel Hernández
En nuestro examen no preguntaré ni la 4, ni la 6 ni la 7.
En este enlace tenéis una propuesta sobre el contenido que pueden contener dichas preguntas, aunque en vuestro libro de texto tenéis material suficiente para elaborarlas.
http://www.sabinamora.es/index.php/lengua-y-literatura/196-cuestiones-selectividad-miguel-hernandez
El documental de la 2 sobre Miguel Hernández podéis verlo en este otro enlace:
http://www.rtve.es/alacarta/videos/el-documental/miguel-hernandez/924754/
domingo, 10 de abril de 2016
Comentario de la Modalización del artículo Cola y los estereotipos
El artículo “Colau y los
estereotipos” se muestra aparentemente poco modalizado, dado que la
autora se sitúa en un plano cercano a la objetividad, propio de su
afán periodístico, sin embargo es solo una apariencia, una técnica
para dar mayor rigor a su exposición pues, como veremos, hay
diversos rasgos en donde vemos la opinión de la autora.
En primer lugar, aparecen algunos
deícticos personales, aunque escasos, de primera persona del plural,
que no solo muestran la opinión de quien escribe, sino que incluyen
al lector, serían los casos de “nuestros” en la cuarta línea y
“sabemos”, en la segunda línea del tercer párrafo, en donde
aparece la deixis a través de la flexión verbal.
En segundo lugar, apenas aparecen
verbos modales y cuando los encontramos, se trata de palabras puestas
en boca de otra persona, no de la periodista; nos referimos por
ejemplo a “debería estar viendo” en la segunda línea del
segundo párrafo. Contrasta frente a esta escasez de verbos modales
la abundancia de verbos copulativos. Con el uso del verbo ser la
periodista logra dar esa sensación de objetividad científica: “Las
que friegan suelos o venden en una pescadería, no son dignas de
ocupar el lugar ...”; al principio del cuarto párrafo.
En pocas ocasiones encontramos la duda,
que vemos en verbos que dejan alguna incertidumbre “parece muy
antigua”, segunda línea del tercer párrafo; o bien “es
posible”, primera línea del tercer párrafo.
Lo que más logra la periodista a
través del lenguaje es dar la sensación de verdad indiscutible con
técnicas como el uso del modo indicativo: “El clasismo entraña un
sentimiento de superioridad de casta”, cuarto párrafo; así como
con la modalidad enunciativa, para dar más sensación de
objetividad: “ejercer la alcaldía exige una dignidad de clase”,
segunda línea del quinto párrafo.
Esa misma sensación de objetividad se
refuerza con el uso de oraciones impersonales y la desaparición del
“yo” de la autora: “Se establece así una jerarquía...”,
tercera línea del quinto párrafo.
Para terminar, nos centramos en algunos
ejemplos de léxico valorativo, que unas veces aparece en boca de la
propia periodista, pero en buena parte está a atribuido a las
personas de quienes habla en el texto, nos referimos a adjetivos y
sustantivos como: intelectual, ignorante, seria y sana, acoso y
derribo, casta, usurpadora, borracha, dignos; adverbios
como:peligrosamente y afortunadamente; y verbos como: sufre.
Así, a pesar de la apariencia de
objetividad pretendida, comprobamos que sí hay opinión en cómo
utiliza el lenguaje y por tanto el texto está modalizado y predomina
la función apelativa del lenguaje, puesto que pretende convencernos
de que el pensamiento de Félix de Azúa es clasista.
Colau y los estereotipos
El clasismo considera que los que no pertenecen a la casta no son dignos de ocupar el lugar reservado a ella
En
La opinión pública,
un clásico del periodismo y la política en muchos aspectos superado
pero en otros aún vigente, el periodista y filósofo norteamericano
Walter Lippmann se refería en 1922 a los estereotipos como “una
imagen ordenada y más o menos coherente del mundo, a la que se han
adaptado nuestros hábitos, gustos, capacidades, consuelos y
esperanzas. (…) Ningún estereotipo es neutral. Son la garantía de
nuestro amor propio y la proyección del sentido del mundo que cada
uno tiene. Por tanto, los estereotipos arrastran la carga de los
sentimientos que llevan asociados”.
Cuando
Félix de Azúa, un intelectual que acaba de ingresar en la Real
Academia Española, se refiere a la alcaldesa de Barcelona, Ada
Colau, como una ignorante que debería estar vendiendo en una
pescadería, no solo está catalogando a la persona a la que se
refiere. También se cataloga a sí mismo. En esa valoración está
implícita toda una exhibición de sus referentes mentales, de su
personal sentido del orden de las cosas. El mismo orden que unos días
antes había expresado un concejal del PP de Palafolls al afirmar que
“en una sociedad seria y sana” Ada Colau no sería alcaldesa sino
que “estaría fregando suelos”.
Los
estereotipos implícitos en estas frases expresan la concepción del
mundo que esas personas tienen. Una visión que parece muy antigua,
pero ya sabemos que todo vuelve. Podría pensarse que, en la
persistente campaña de acoso y derribo que sufre la alcaldesa, estas
manifestaciones no pasan de ser anécdotas estrafalarias. Pero no es
así. Tanto el concejal como el académico expresan en realidad algo
que muchos de los adversarios políticos de Colau piensan pero
esconden porque saben que eso les define y definirse en términos tan
clasistas tiene hoy consecuencias. Afortunadamente, las tiene.
El
clasismo entraña un sentimiento de superioridad de casta. Los que no
pertenecen a la casta no son dignos de ocupar el lugar reservado a
ella. Las que friegan suelos o venden en una pescadería, no son
casta, ergo
no merecen ocupar las posiciones que “en una sociedad seria y sana”
corresponden a ciertas élites y que en el espacio público, es el
poder, concebido como un instrumento para perpetuar la
estratificación social.
En
la visión clasista del mundo, nadie que no pertenezca a la casta o
esté bendecido por ella, merece ejercer el poder. En ese orden
mental, ejercer la alcaldía exige una dignidad de clase de la que
carecen las limpiadoras y las vendedoras. Se establece así una
jerarquía de personas y de dignidades. Hay una jerarquía de
dignidad vinculada a la jerarquía de clase. Cualquiera que se salte
el orden natural de esa jerarquía, es un usurpador. Y si es una
mujer, doblemente usurpadora.
Pero
en esta lógica, aún hay más: las que friegan suelos o venden
pescado en el mercado están donde tienen que estar y no en las
alcaldías porque carecen de cultura para comprender la complejidad
del mundo. Una vendedora de pescado no puede ser alcaldesa. Y si una
mujer que debería vender pescado a pesar de todo consigue ser
alcaldesa, es porque la gente que la ha votado se ha equivocado. Un
error de la democracia. De ahí a decir que la democracia es un error
porque no garantiza la buena elección de quienes han de ocupar el
poder, hay un paso muy corto. Peligrosamente corto.
En
la misma entrevista en la que menosprecia a Colau, el académico y
fundador de Ciudadanos muestra su contrariedad con los resultados del
20-D y afirma que la gente que apoyó a ciertos partidos debía
“votar borracha”.
La
visión clasista del mundo es posible que considere preferible que
las alcaldías se adjudiquen por el mismo procedimiento que los
sillones de la Real Academia, por cooptación y con discurso de
bienvenida. Pero los tiempos, como decía la canción, están
cambiando. Si Ada Colau y otras como ella que deberían estar
fregando suelos o vendiendo pescado están hoy gobernando las
instituciones es porque, en democracia, cada persona vale exactamente
lo mismo, un voto. Y aunque la opinión pública puede manipularse,
hoy ya no es tan fácil construir estereotipos de base clasista. Al
contrario. Ada Colau, que puede fregar suelos, vender pescado y
ejercer como alcaldesa con la misma dignidad, ha sabido darle la
vuelta al discurso. Se ha ido al mercado y se ha hecho una foto con
las vendedoras de pescado: “Orgullo de ser mujeres trabajadoras”,
ha tuiteado. Harán bien, las élites con clase, de no despreciar a
ciertas alcaldesas.